viernes, 2 de julio de 2010

Sobre la huelga del metro de Madrid.

Inconsistencias en una aproximación del ex director de Público
Salvador López Arnal
Rebelión
El ex director de Público, Ignacio Escolar, escribió el 1 de julio una nota sobre la huelga del metro de Madrid. “Salvajadas” es su título [1].
De entrada, señala, una obviedad: es una salvajada colapsar una ciudad como Madrid con una huela sin servicios mínimos [2] y lo es aún más “agredir y herir a cuatro empelados que querían trabajar”. Ignoro la veracidad de este último enunciado. Dejémoslo por ahora.
Pero, prosigue Escolar, como gran parte de la opinión publicada se queda en este nudo añade razonablemente otras aristas: es una salvajada manifiesta, previa a la de los huelguistas, romper, como pretende hacer la Comunidad de Madrid de la señora Aguirre y cólera de Dios, un convenio colectivo amparándose en el injusto tijeretazo de Zapatero que, además, no puede aplicase a este caso; es igualmente salvaje regirse en asuntos huelguísticos por una ley preconstitucional, regulada por un decreto de Adolfo Suárez de hace más de 32 años, que otorga un poder omnímodo a las “autoridades”, que en este caso coinciden con la patronal, para regular los servicios mínimos, y también es una salvajada los comentarios infames, falsarios, interesados de esta degeneración sin parangón de la razón pública que es la presidenta thatcheriana.
Si es así, y parece que es así, si los puntos señalados en segundo lugar son razonables, no acaba de verse salvajada alguna en la actitud de los trabajadores, no veo que pueda deducirse la irracionalidad de un movimiento de justa protesta y vindicación que, por cierto, el día 1 de julio ya permite el uso del metro madrileño a determinada franja horaria.
Supongamos que los trabajadores del metro se equivocaran. Admitamos que acaso se comportaran como unos seres irresponsables. ¿Qué podían hacer entonces? ¿Cuál era su alternativa? ¿Hacer huelga para que no se notara huelga alguna? ¿Aceptar unos servicios abusivos decretados por la Comunidad de Madrid, parte directa en el conflicto, y en Madrid paz y en las familias trabajadoras más dificultades? ¿Conformarse sin rechistar con una injusta disminución de un salario que viene a ser más o menos lo que la señora Aguirre y afines se gastan en una cena familiar sin postres ni extras? Si no hay caminos transitables, si las leyes no permiten la rebeldía efectiva, si hay motivos acumulados para ella, ¿qué hacer entonces? ¿En qué consistiría una actitud razonable y civilizada de protesta efectiva?
No sé la veracidad de la afirmación de Escolar sobre trabajadores, él habla de empleados, heridos. Aunque así fuera, aunque algunos trabajadores que no han querido protestar por miedo, por desacuerdo, por fragilidad temporal de su relación laboral, por sumisión o por la apuesta del glotón (que los otros hagan y se arriesguen: si ganan, ganamos todos; si pierden, pierden ellos pero yo no) hayan sido empujados (yo también lo he hecho en alguna ocasión) y algún trabajador haya podido tener algún pequeño percance, nada grave (si lo hubiera sido hubiera sido noticia central de todos los informativos), ¿es esto motivo suficiente para hablar de luchas salvajes, de salvajada obrera? Yo creo que no, creo que siguen siendo salvajes los de siempre (y los medios que agitan sus vientos y huracanes): aquellos que llevan a trabajadores desesperados al borde del abismo y les gritan una disyuntiva: lanzaos al abismo o arrodillaros ante nosotros. Que algunos, frente al dilema, agiten sus brazos dando algún codazo es un actitud impecablemente racional y pletórica de sana rebeldía.
Notas:
[1] Público, 1 de julio de 2010, p. 44.
[2] En Barcelona, ha habido también estos dos días pasados una huelga sin servicios mínimos de los trabajadores de los Ferrocarriles de la Generalitat oponiéndose al recorte del 5% de su salario.